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Para no olvidar I: Alberto Kenya Fujimori y sus Amigos

Alberto Fujimori cuando era feliz

Contexto

Tengo en este día 27 años, nací, según las leyendas, cuando el Perú se encontraba en una de las crisis económicas más terribles de la historia del mundo mundial que ya se ha dado en varias partes del mundo, un tema que tenía que ver con el déficit en la cuenta corriente de la Balanza de Pagos, la recesión, la inflación, política económica y esas tonterías que a nadie le importa un bledo.

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Algunas reflexiones de Blanca Leonor Valera Gonzáles

Me parece que debemos tratar muy esforzadamente de aprender a pensar como peruanos. Es cierto que no todos podemos reflexionar en el mismo nivel de información y cultura, pero existe, debe y tiene que existir, un plano básico, estructural, de identidad que es imprescindible que todos los peruanos alcancemos. Sin este punto de partida casi elemental, jamás podremos organizarnos como un grupo humano capaz de compartir una memoria, por oscura y compleja que sea, y menos un futuro. De qué futuro podemos hablar si no sabemos quiénes somos ni de dónde venimos. Tenemos que aprender, entre muchísimas cosas, que toda ayuda o idea que venga de fuera, por noble y probada que nos parezca, por sí sola jamás será capaz de sacarnos del subdesarrollo ni de la crisis moral y material que estamos viviendo.

Aquí nadie es y hay que aprender a ser. La bastardía histórica que arrastramos nos ha convertido en una masa amorfa y desinformada, o lo que es peor, manejada por una información interesada que nos trata como a menores de edad, en el peor sentido.

En el Perú casi nunca se ha hecho política ni se ha gobernado. Se ha engañado, mentido, despojado, despreciado y odiado. Y sabemos que esto no es sólo asunto del presente. Se ha hablado y escrito sesudamente sobre ello, pero no lo suficiente. No es posible ocultar que la triste circunstancia que vivimos es el más tenebroso y corrompido fruto que nos da el pasado.

No quiero pensar que no existen perspectivas de cambio y mejoría. No me lo permito. Hay demasiada energía detrás de la violencia, hay demasiados jóvenes, demasiados peruanos por nacer y entre ellos, a pesar de mi años, quiero y necesito contarme.

Para concluir diré que no hay peruanos que son, hay muchos que lo parecen. Aprender a ver y sentir detrás de la máscara que lucen podría encarcelarla y convertirla, poco a poco, en un rostro legítimo.”